La rue Saint-Malo à Rennes

Érase una vez… la rue Saint-Malo

Una calle animada desde la noche de los tiempos

Su nombre tiene aroma a las vacaciones, la arena caliente, el marisco y los crustáceos… Con su ambiente tan especial, la rue Saint-Malo forma parte de las calles históricas de la capital bretona. Una larga calle con una larga historia donde disfrutar en la actualidad de pequeños buenos lugares para viajar a través de las especialidades de todo el mundo.

Tan larga como la rue de Rivoli de París…

La rue Saint-Malo es, sin duda, una de las calles más largas de Rennes: 3 kilómetros, equivalentes a la rue de Rivoli de París y conocida por ser también una de las arterias más interminables de la capital. Pero aquí, en la capital bretona, el ambiente es muy diferente, una pelín arisco, que podríamos calificar incluso de «canalla». Es la imagen de la ciudad, con un lado protestante y rebelde que le queda bien y que ha marcado su historia. Bienvenido a la antigua calle de la Sed, la rue Saint-Malo, por donde forzosamente pasará durante su estancia en Rennes para picar algo o tomar una copa. Una visita obligada para encontrar ideas de salidas y de actividades en la oficina de turismo desde 2019 en el número 1, en la antigua sala capitular del convento de los Jacobinos.

La calle que lleva el nombre del famoso balneario de la costa Esmeralda no siempre se ha llamado así. En otro tiempo se conocía con el nombre de «calle alta», por oposición a la «calle baja», la actual calle de Dinan. Por cierto, las dos están conectadas por un pasaje discreto que serpentea entre los muros y los edificios: el callejón de los sombrereros, cuya entrada se encuentra en el número 7.

Sobre el trazado de la antigua vía galorromana

Calle Saint Malo
Musée de Bretagne, Collection Arts graphiques

¿El punto en común entre ambas calles? Su orientación norte-sur. En efecto, la rue Saint-Malo ha sido desde la noche de los tiempos un eje principal de Rennes. «Desde los orígenes de la ciudad, la rue Saint-Malo es un eje importante que permite entrar y salir de Rennes siguiendo el trazado de una antigua vía galorromana», comenta Gilles Brohan, animador del patrimonio de la oficina de turismo, Destination Rennes. «Forma lo que se llama el cardo, el eje norte-sur que atraviesa una ciudad y cruza en su centro neurálgico el decumanus, el eje este-oeste, en el caso de Rennes, en la calle Saint-Melanie».

En 1792 se la rebautiza como rue Port-Malo, del nombre efímero de la ciudad corsaria. La parte que bordea el convento de los Jacobinos también adopta el nombre de la rue Saint-Dominique, en referencia a los dominicanos, el otro nombre de la orden de los hermanos predicadores en los orígenes de la fundación del convento. Mucho después se le denominará «calle de la sed», en prolongación de la rue Saint-Michel, en la época donde muchos establecimientos para noctámbulos atraían a la gente hasta el final de la noche.

Un lugar de paso antes de entrar en la ciudad

 Se trata por tanto de un antiguo lugar de paso y de entrada en la ciudad. Además este fue el motivo por el que se instaló allí el convento de los Jacobinos en el siglo XVII. El lugar es estratégico: conecta una de las puertas de la ciudad fortificada a las orillas del Ille, el otro río que, junto con el Vilaine, está vinculado al origen del nombre antiguo de la ciudad de Rennes: Condate, que significa «confluencia».

En aquella época, si bien se aglutinan numerosas actividades, en las afueras y fuera de las murallas, el barrio alrededor de la actual rue Saint-Malo sigue bastante verde y mucho menos denso que intramuros. Para aquellos que saben leer los planos y la forma de una ciudad, todavía se adivinan algunos vestigios. «Muy pronto se desarrollan actividades en los alrededores de la rue Saint-Michel, con artesanos que se instalan allí desde la Edad Antigua» explica Gilles Brohan, pero habrá que esperar a la Edad Media para que se edifiquen construcciones en la rue Saint-Malo, «es una zona muy verde y menos densa que intramuros, con parcelas en tiras, en dientes de peine, alrededor de los ejes viales. El tejido urbano allí está desvinculado y salpicado de jardines hasta el puente Saint-Martin».

Una calle en primera línea en plena Rebelión del papel sellado

A excepción del convento de los Jacobinos, magníficamente restaurado y transformado en centro de congresos, quedan pocos restos de las construcciones de la Edad Media en la calle. Incluso las casas de entramado de madera, las cuales han dado su fama turística a Rennes, allí son poco numerosas. Sin embargo queda una que es inconfundible, en el número 32. Su bonito color amarillo es una invitación a viajar: al traspasar la puerta de la tienda la Maison de Cachemire, uno se siente transportado lejos.

El resto de casas de entramado de madera fueron destruidas en el siglo XVII en represalias de la Rebelión del papel sellado. Porque en aquel momento la calle ya era, en 1675, un hervidero de la protesta. Esta rebelión contra los nuevos impuestos marcó la historia de Rennes. Y un suceso condujo a que el poder reprimiera muy duramente a los habitantes de la calle alta: cuando la duquesa de Chaulnes, esposa del gobernador, pasa por la calle en carroza, es atacada por la multitud que le pide con insistencia que sea la madrina de un recién nacido. Pero en vez de un bebé le dan… un gato muerto. Un humor un poco colegial que no le sentó bien al duque de Chaulnes. Y no dio cuartel. Resultado: la represión es aún más dura en la calle, los habitantes son expulsados y muchas de las viviendas son destruidas.

Una calle con espíritu «canalla».

Calle Saint Malo

En la actualidad la calle es mucho más tranquila, pero sigue animada las tarde de fiesta y mantiene un espíritu «canalla» típico de Rennes. Hasta hace no mucho, la calle de la sed tenía establecimientos míticos, como la Bernique Hurlante. La rue Saint-Malo ha sabido conservar esta identidad tan particular a las puertas del mismo centro.

Además, cada 1 de mayo, una fiesta de la pereza invita a festejar la ociosidad en lugar del trabajo. Si bien la calle ha conservado un lado un poco rebelde, también se ha transformado estos últimos años con nuevos lugares para tomar una copa o un aperitivo, o escuchar un concierto. En 2019, al comienzo de la calle, en un ala del convento de los Jacobinos, la oficina de turismo ha instalado allí sus dependencias y atrae nuevos visitantes a esta parte del centro de la ciudad que está a punto de extenderse hacia el hotel Dieu, lugar donde las nuevas actividades de ocio, de restauración y, en última instancia, de alojamiento, le otorgan una nueva dimensión a este barrio lleno de vida. The Roof, un centro de escalada, y Origines, un restaurante y microfábrica de cerveza abrieron sus puertas en 2019.

Repleta de buenos lugares donde comer, tomar una copa o ir de compras

Es el momento de dar una vuelta por la Rue Saint-Malo, una calle donde es posible viajar a través de todas las especialidades del mundo. Comenzamos por las especialidades bretonas con la crepería Œuf. Este establecimiento, cuyo nombre es el acrónimo de «On est une famille (somos una familia)», propone galettes y crepes con productos locales de gran calidad a un precio económico. El brunch de los domingos bien vale también la visita.

Otro lugar para llenar el estómago con especialidades locales: el Café des Jacobins, situado en el mismo comienzo de la calle. Un asador y un sótano con comedor con ambiente agradable, donde ir a degustar las aves de corral de la zona y buenos vinos y cervezas bretonas, que por supuesto hay que consumir con moderación.

Calle Saint Malo

A lo largo de toda la calle, numerosos restaurantes permiten despistarse y satisfacer el paladar en busca de especialidades exóticas. Para los amantes de la cocina libanesa renovada, Mezzelicious es una visita obligada para saborear los mezzes con una decoración de diseño. ¡No se olvide de reservar! Picotta, otro lugar mediterráneo, es el enclave adecuado para pedir unas tapas, pero también pizzas y gambas. Incluso en invierno el ambiente es caluroso como en España, con un gran fuego de chimenea y la decoración de ladrillos y madera de una casa tradicional. El viaje continúa al otro lado del océano Atlántico, pero regresando a los 60, para sumergirse en el ambiente de un restaurante de los Estados Unidos de los sesenta con un menú de hamburguesas generosas, batidos…

Tiendas de discos para los amantes de la música

Para los aficionados de la hamburguesa, Burger Attitude es el lugar adecuado: una hamburguesería que propone hamburguesas inspiradas por las especialidades regionales francesas. Entre los nuevos lugares que han abierto en la rue Saint-Malo, Symbiozh es, sin duda, el que tiene un concepto más original: una cafetería-tienda conceptual donde puede degustar especialidades vegetarianas preparadas con productos locales, pero también puede comprar plantas de interiores. La promesa de una pausa vegetal bienvenida.

Recientemente ha abierto también sus puertas Le Congress, un restaurante que tiene una decoración cuidada y que sin duda es el más grande de la calles, con sus acogedoras mesas para compartir un momento con amigos.

La rue Saint-Malo también está repleta de bares para tomar una copa (Le Black Bear, el bar de la playa, Le Tri-plaisirs y muchos otros). Uno de los cafés-conciertos míticos de Rennes debería reabrir próximamente sus puertas: el Dejazey debería programar pronto sesiones de DJ para encender sus noches. También merece la pena la visita a algunas tiendas agradables, en especial las tiendas de discos: Les enfants de Bohème y les Troubadours du chaos son lugares perfectos para encontrar vinilos y CD para todos los gustos. Una razón más para dar una vuelta por la rue Saint-Malo.

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