Musée de Bretagne, Collection Arts graphiques

El incendio de 1720

Érase una vez... el gran incendio de Rennes

En 1720, Rennes fue golpeada por un trágico y gigantesco incendio que devoró prácticamente la mitad norte de la ciudad. Una catástrofe que ha obligado a urbanistas y arquitectos a reacondicionar totalmente el centro de la ciudad, con la creación de nuevas plazas y monumentos, siendo el Ayuntamiento el más emblemático de todos. Historia de un drama que ha diseñado la ciudad actual.

«Un mar de fuego» envuelve a la ciudad durante una semana

Durante la noche del 22 al 23 de diciembre de 1720, la ciudad duerme todavía mientras el fuego se prende accidentalmente en un taller del centro de la ciudad de Rennes. La leyenda cuenta que el fuego se inició en la trastienda de un carpintero de la calle Tristin (la actual calle del reloj), tras un exceso de alcohol y una pelea conyugal… Si bien quedan dudas acerca del origen de la chispa, no hay ninguna acerca del resto de una historia que ha marcado a la ciudad al rojo: el incendió se propagó muy rápidamente, de casa a casa y de tejado en tejado…

Los testimonios y relatos de la época evocan a «un mar de fuego» y un escenario apocalíptico. El pánico es tal que los habitantes tienen miedo de que toda la ciudad arda en llamas. El intendente decide, incluso, derribar casas para crear un cortafuegos y limitar la propagación de las llamas. El incendio duró una semana. Hizo falta la intervención celestial de la lluvia bretona a partir del 29 de diciembre para poder controlarlo, finalmente, el 30 de diciembre.

Musée de Bretagne, Collection Arts graphiques

La catástrofe tiene lugar en la víspera de Navidad y su magnitud se explica, precisamente, por este contexto invernal. «Muchos factores explican la propagación del incendio», explica Gilles Brohan, animador arquitectónico y de patrimonio de la Oficina de Turismo. «La configuración de la ciudad, herencia del plano medieval, con calles tortuosas, estrechas, casas de madera construidas de manera muy cercana, algunas de ellas con voladizo. Avances a la altura de los tejados que sin duda facilitaron el paso del fuego. El contexto invernal, el de los ciclos y los días, hizo que desde finales del verano hubiera almacenadas reservas para pasar el invierno: los graneros estaban repletos de madera para calefacción, leños y troncos, productos alimentarios como el heno para los caballos y el ganado. Una gran cantidad de materiales que actuó como combustible».

Casi la mitad de la ciudad ardió en llamas

El balance fue catastrófico: una buena parte de la ciudad ardió en llamas. «945 viviendas fueron destruidas, lo que representaba el 45 % de la superficie edificada, casi la mitad de la ciudad alta (al norte del Vilaine)», relata Gilles Brohan. «El balance es extremadamente grave: se estima que 8000 habitantes de Rennes se quedaron sin hogar de la noche a la mañana». 33 calles fueron destruidas parcial o totalmente. Supuso el caos y muchos habitantes lo perdieron todo. La única buena noticia: el número de víctimas es reducido, según los historiadores que coinciden en que solo una decena de personas falleció durante la primera noche.

Algunos monumentos se salvaron; el fuego se detuvo milagrosamente delante del Parlamento de Bretaña y el palacio se conservó afortunadamente. En lo alto de la calle Le Bastard, el hotel de Robien sigue en pie a pesar de que el resto de la calle está en cenizas. El famoso campanario Saint-James de la Place du Champ-Jacquet no tuvo esa suerte. Cayó y, con él, «la Gorda Francesa», la campana que sonaba tan fuerte que se decía que hacía abortar a las mujeres. Este era el monumento más visitado por los turistas que venían a admirar su reloj con autómata.

Toda la ciudad se tuvo que reconstruir de urgencia, lo que supuso un rompecabezas increíble y la reconstrucción llena de sobresaltos que duró de 1724 a 1760.

El rompecabezas de la reconstrucción

Musée de Bretagne, Collection Arts graphiques

La reconstrucción comienza con procedimientos que no tienen fin, puesto que nadie se pone de acuerdo con el futuro plano de la ciudad. Entre la evacuación de los escombros, el censo de las edificaciones y la recuperación de los materiales, la obra se antoja faraónica. Muy rápidamente, el consejo del Rey decide enviar a sus ingenieros para respaldar a las autoridades locales. Isaac Robelin, director de las fortificaciones de Bretaña es el primero que se pone manos a la obra. «Es un militar que tiene capacidad para ofrecer respuestas en momentos de crisis», recuerda Gilles Brohan. «Pero su faceta autoritaria se va a topar muy rápidamente con el alcalde Rallier du Baty y sus consejeros». Tiene roces también con el Parlamento, puesto que el plan que propone es radical: quiere ir más allá de la zona incendiada para romper el aislamiento de la parte sur de la ciudad. Porque si bien el Vilaine ha formado una barrera natural contra las llamas, los barrios del sur siguen siendo insalubres y sujetos a inundaciones.

Guiado por el espíritu racional de la Ilustración, Robelin propone equilibrar la ciudad instalando lugares de poder a uno y otro lado del río. Un proyecto urbanístico bastante visionario con el que se proponía instalar el nuevo tribunal frente al Parlamento, a la altura de la actual esplanada Charles-de-Gaulle, con el fin de crear perspectivas de conexión de los barrios. Si bien su proyecto es relativamente bien visto, el coste parece desorbitado. El alcalde impone su veto y escribe al Rey diciendo que «por su intransigencia ha prendido un incendio aún más devastador».

Las cosas se ponen difíciles y ya en esa época confiar la gestión posterior a un incendio a un militar crea algunas fricciones. A Robelin se le invita a ir a buscar a otra parte…

El arquitecto del Rey entra en escena…

Para calmar el ambiente, el poder real envía a su arquitecto: Jacques Gabriel. Cuando llega a la ciudad, abandona de entrada la idea de reconstruir el lado sur y se centra en la parte directamente afectada por el incendio. Es más diplomático que su predecesor y sabe guardar las formas. La ciudad también se siente halagada de tener al arquitecto real a su lado. «Al margen de los bienes materiales que el rey proporciona, representa un reconocimiento simbólico del dolor de los habitantes de Rennes», considera Gilles Brohan.

Gabriel va a diseñar su plan alrededor de dos lugares: comienza simbólicamente por la plaza del Parlamento. Un edificio que, según él, no tiene el aprovechamiento que merece. «Hasta el incendio, había una pequeña plaza, y se divisaba la alta silueta de piedra del Parlamento en el corazón de una ciudad de madera», detalla Gilles Brohan. «También comienza por allí para reafirmar el poder real sirviéndose de la plaza como un marco incomparable para la estatua ecuestre de Luis XIV, inicialmente prevista para Nantes».

Para la plaza del Parlamento, Gabriel se inspira en la Place Vendôme

Imagina una plaza real, ordenada y calcada a la Place Vendôme de París e inspirada en el estilo de Jules Hardouin-Mansart: «Una gran plaza típica del urbanismo de la Ilustración. La analogía se aprecia en la elección de los materiales como el granito y los soportales de la planta baja y una piedra caliza para distinguir las plantas superiores. Se puede ver el ojo del arquitecto, que juega a recordar los materiales utilizados en la fachada más antigua del Parlamento para conservar una continuidad del estilo a pesar del siglo de diferencia».  

Justo al lado crea lo que se llama la plaza nueva, la plaza actual del Ayuntamiento y abre completamente el centro de la ciudad. «Para los habitantes de Rennes de la época, eso es una revolución. Cambia la fisionomía de la ciudad por los materiales utilizados y, sobre todo, por la apertura de la ciudad. El nuevo plano ortogonal, con islotes que se cortan en ángulo recto, forma una ciudad racional que contrasta con la imbricación medieval».

En esta nueva plaza, el proyecto urbano prevé varios edificios públicos, un legado del Renacimiento inspirado a su vez en la Antigüedad. El arquitecto se inspira en el foro romano o el ágora griega antiguos para las plazas grandes centrales, e imagina también plazoletas intermedias entre los barrios que se han salvado del fuego y la nueva ciudad que participa en el arte de vivir a la renesa todavía hoy en día. Finalmente, el incendio se convierte en una oportunidad para transformar la ciudad y hacerla cambiar de época.

El espíritu de la Ilustración sopla en la nueva Rennes

La Rennes posterior al incendio es más o menos como la que conocemos hoy en día. Con las nuevas plazas, Gabriel deja entrar el espíritu de la Ilustración en la ciudad. Estas instalaciones están pensadas para ceremonias, pero también para espectáculos y momentos festivos, de encuentro y de cohesión.

«Gabriel se mostró especialmente hábil a la hora de unir los barrios antiguos y la ciudad moderna que reconstruyó», apunta el animador del patrimonio. «Además de las dos grandes plazas centrales, realiza también plazoletas que participan en el placer de vivir en Rennes. Una visión urbana destinada a crear un vínculo, espacios de encuentro  que permitan también que, a nivel arquitectónico, la ruptura sea lo más suave posible. Se pasó de la madera a la piedra sin darse cuenta…»

El arquitecto cede también en los materiales autorizados. Trata de imponer muros de fachada de piedra. Gabriel se da cuenta que no es viable: no hay más que tres albañiles en Rennes frente a un montón de fabricantes de escaleras. Carpinteros-ebanistas que suelen trabajar la madera, abundante para la construcción local. Finalmente tolera la madera en patios y pasillos. Esto permite que todos los gremios participen en la reconstrucción de la ciudad después de haber visto desaparecer su obra delante de sus ojos. Cuando la ciudad termina su reconstrucción, se instalan en Rennes unos cuarenta albañiles. Tras el incendio, las formas de construcción cambian radicalmente y continuarán dando prioridad a la piedra en el siglo XIX.

El ayuntamiento, símbolo de una ciudad que renace de sus cenizas

El ayuntamiento es el monumento que simboliza la reconstrucción de Rennes. Uno de los motivos de queja expuestos por la comunidad de la ciudad es que el arquitecto imagina una torre de reloj para reemplazar el antiguo campanario que ardió en llamas. En lugar de construirlo justo en medio de la plaza siguiendo los modelos de los del norte de Francia, Gabriel lo integra en el nuevo ayuntamiento que coloca en la parte oeste de la plaza.

Frente a este edificio imagina la construcción de la residencia del comandante en jefe, un edificio que finalmente nunca se construyó. Un siglo más tarde se edificará aquí la Ópera. Sus curvas combinarán con las del ayuntamiento, cuya primera piedra se colocó en 1734. Se trata de un edificio original, 3 en 1: dos pabellones simétricos flanquean la torre del reloj. A la derecha el tribunal (sede de la senescalía, equivalente al tribunal de primera instancia) y a la izquierda el ayuntamiento. «El hueco del centro está destinado a albergar la estatua de Luis XV», explica Gilles Brohan. «El rey representa la autoridad y, a su lado, las dos formas de poder local: el poder municipal a un lado y el poder judicial al otro».

Un simbolismo clásico, pero en una forma que lo es mucho menos. La forma de bulbo que confiere al campanario adopta los códigos barrocos del siglo XVIII, todavía poco presentes en Francia y aún menos en Bretaña. La obra es larga, muy larga: el edificio se termina en 1762, ¡pero los trabajos interiores continuaron hasta el siglo XX! Pero la espera mereció la pena: en el siglo XVIII, el ayuntamiento de Rennes, con su forma de bulbo, figura en los tratados de arquitectura entre los ayuntamientos más notables de Francia.

«Con sus alas en clavecín que conectan la torre del reloj con los dos pabellones de cada extremo, la mirada se ve atraída por naturaleza hacia el espacio de la parte central. El edificio está concebido como un decorado que se sitúa sobre el escenario la parte oeste de la plaza». La forma del monumento se inspira directamente en el Instituto de Francia situado frente al Louvre en París: el Colegio de las Cuatro Naciones, que alberga, principalmente la Academia Francesa y la Academia de las Ciencias. El nuevo edificio público está, por tanto, a la altura de las prerrogativas de Rennes. La proeza del arquitecto reside, sobre todo, en la parte central, donde las alas curvas amortiguan la unión con la torre del reloj. Se trata, una vez más, un diseño de alta costura firmado por el arquitecto del rey.

«En Rennes nada prende, salvo el fuego»

Solo los accidentes con el incendio dan la oportunidad de rehacer el plano de una ciudad hasta tal punto. El fuego dejó huellas profundas y asentó los miedos. Desde 1720, los nichos a la Virgen se multiplican en las fachadas de los inmuebles para protegerse de nuevos incendios. En Thabor se crea el estanque del infierno para disponer de una reserva de agua en el punto más alto de la ciudad. Los pozos se multiplican por todas partes y se arman los baldes que cruelmente faltaron durante la noche trágica de 1720. Incluso se funda un cuerpo de bomberos voluntarios.

Después del incendio «nace la copropiedad en Rennes»

El recuerdo del incendio atraviesa las generaciones gracias a los gwerz, los canciones tradicionales bretonas que se cuentan en la vigilia. El dicho popular «En Rennes nada prende, salvo el fuego» ha perdurado, e incluso será retomado por Monseñor Brossays Saint-Marc un siglo más tarde. Como toda catástrofe, la identificación popular permite liberarse de los traumas. Pero el fuego también modificó profundamente la sociedad de Rennes. Se desarrolló la copropiedad, así como una mezcla social más fuerte que antaño.

«La copropiedad nació en Rennes tras el incendio y con la reconstrucción. Se pasa de un hábitat privado individual a edificios colectivos donde se alojan más personas. Los propietarios son forzados a reagruparse para concebir una ciudad moderna».

Un punto de inflexión y una historia de resiliencia

La reconstrucción mezclo las poblaciones a gran escala, como nunca antes. La densificación del centro va acompañada, en efecto, de una paradoja: se gana superficie pública con las plazas, pero se crean 550 viviendas de más al realizar inmuebles más altos que las casas de entramado de madera. Los materiales y el plano de los inmuebles permiten una elevación adicional indispensable para alojar a los afectados. La habilidad del arquitecto consiste en jugar con la topografía y armonizar la altura de los inmuebles, hasta el cauce del río.

Más allá de su dimensión trágica, el incendio de Rennes ha redibujado los mapas a todos los niveles: a nivel arquitectónico, con nuevos edificios, nuevos materiales y nuevas plazas de encuentro; a nivel social, la urgencia inmobiliaria obligó a los propietarios a aliarse para poder quedarse en el centro de la ciudad y mezcló todavía un poco más a las poblaciones. 1720 supone un punto de inflexión para la ciudad, una historia de resiliencia que demuestra que los dramas también son oportunidades para cambiar de época y de modelo.

Este episodio de la historia de Rennes ha dejado otra huella, más poética, para recordar el drama. En la place de Coëtquen, allí donde el fuego se detuvo junto al Parlamento, se instaló una fuente en 1993. Una cabeza de musa dormida sobre la ola, obra del artista plástico italiano Claudio Parmiggiani. La escultura representa a Higía, diosa griega de la salud y la higiene, descansando sobre el agua, el único remedio que funciona contra el fuego…

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